miércoles, 18 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
Scratch
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lunes, 24 de febrero de 2014
LA OTRA CARA DE LA IGLESIA
Reclaman que los sacerdotes y sus encubridores se sometan a un tribunal civil
“Si no se denuncia, los abusos seguirán ocurriendo”
“Dudo que se haga justicia con las víctimas”
“Quisieron darme dinero a cambio de mi silencio”
“La Iglesia se está lavando la cara”
"El Papa no va a hacer las cosas que debería porque acá no las hacía"
"El papa Francisco tiene que limpiar la casa"
"El Vaticano debe ser juzgado"
El pasado 16 de enero la ONU firmó un momento histórico al obligar al Vaticano a responder sobre la pederastia en el seno de la Iglesia. Fue la primera vez que un organismo civil se atrevió a interrogar a la Santa Sede. Los portavoces de Roma respondieron con evasivas y sin datos concretos a las preguntas directas e incisivas de los miembros del Comité sobre los Derechos del Niño en Ginebra, que emitieron un durísimo informe en el que acusan al Vaticano de proteger a los sacerdotes pederastas y de exponer a los niños ante los abusadores. El documento exige a Roma que entregue a los curas criminales a la justicia común.
Las víctimas luchan para que se juzgue no solo a los pederastas, sino a quienes protegieron a los criminales. El silenciamiento de los casos ha funcionado como una especie de tortura psicológica para ellos. El secreto ha sido una norma impuesta en la Iglesia desde hace décadas. Ya en 1962 una instrucción obligaba a todos sus miembros a guardar silencio sobre los casos de abusos bajo pena de excomunión y, aunque el documento sufrió varias modificaciones, la esencia se mantuvo incluso en la revisión del año 2001.
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Danielle Lei. A sus trece años, esta joven girl scout de San Francisco ha demostrado que para montar un negocio floreciente no hace falta ni ser adulto, ni disponer de grandes medios: simplemente hay que contar con el suficiente ingenio como para vender el producto justo al cliente adecuado.
El bisnes de Lei no puede ser más sencillo: montó un puesto de galletas justo delante de un dispensario médico de marihuana de su ciudad. Como todos los que hayan fumado alguna vez saben, el consumo de esta planta genera unas ganas irrefrenables de comer dulce conocidas como munchies, fenómeno que esta adorable joven californiana supo aprovechar en beneficio de su organización. En sólo dos horas, vendió 117 cajas de cookies a los monstruos fumadores de las galletas que salían del local, un 45% más de las que había facturado en el mismo tiempo delante de unos grandes almacenes al día siguiente, según ha contado su madre, Carol, a Mashable.
La práctica de vender galletas es un método tradicional de recaudación de fondos para las Girl Scout, sólo que nunca se había llevado a cabo de una manera tan heterodoxa. O al menos nunca había tenido tanta repercusión: el presidente del dispensario, Kevin Reed, cuenta que Lei ya lo había hecho en anteriores ocasiones, sólo que no había salido en los medios. Para horror de los miembros más conservadores de las Girl Scout, el ejemplo comienza a cundir. Otra girl scout de 8 años, Lexi Menees, se puso a vender sus galletitas en la puerta de un dispensario de Phoenix (Arizona) este viernes, con un éxito similar: 50 cajas, "más de lo que habría vendido delante de una frutería", ha declarado su padre a Associated Press.
La reacción de las organizaciones de Girl Scouts ha ido desde el rechazo más o menos frontal de la de Colorado -"no permitimos a nuestras chicas vender galletas frente a tiendas de alcohol o de marihuana", han dicho en un tuit- a la aceptación más liberal de las californianas. "Dejamos a los padres y a los voluntarios que tomen las decisiones más prudentes al respecto", asegura una declaración oficial de las Girl Scout de California del Norte.
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